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The Bluetones fueron uno de esos grupos que, sin proponérselo, acabaron convertidos en pieza clave del paisaje britpop de mediados de los noventa, aunque su sonido se moviera siempre en un terreno un poco más clásico y menos estridente que el de sus contemporáneos. La banda nació en Hounslow, al oeste de Londres, en 1993, cuando los hermanos Mark (voz) y Scott Morriss (bajo) decidieron formar un grupo junto al guitarrista Adam Devlin y el batería Eds Chesters. El nombre surgió casi por accidente, buscando un término sencillo, evocador y algo retro, que acabó encajando perfectamente con su aire melódico.
Su debut discográfico fue todo un golpe de efecto, el álbum Expecting to Fly (1996) entró directo al número uno en las listas británicas, impulsado por el single “Slight Return”, que se convirtió en uno de los himnos más reconocibles de aquella época. Frente a la agresividad de Oasis o el histrionismo de Blur, los Bluetones apostaban por guitarras cristalinas, melodías envolventes y un aire melancólico que les acercaba tanto al pop de los 60 como al indie jangle americano.
El segundo disco, Return to the Last Chance Saloon (1998), confirmó que no eran un grupo de un solo éxito. Aunque no alcanzó el impacto comercial del primero, contenía temas de gran pegada como “Solomon Bites the Worm” y “If…”, donde se apreciaba una evolución hacia arreglos más ricos y una mayor confianza en el fraseo de Mark Morriss, dueño de una voz reconocible y cálida. Con este álbum consolidaron una base de fans fieles que les seguiría en su trayectoria posterior, más allá de las modas.
Durante los 2000 mantuvieron una regularidad notable: Science & Nature (2000) mostró un lado más sofisticado y pastoral, Luxembourg (2003) apostó por un sonido más crudo y directo, y The Bluetones (2006) representó una especie de resumen estilístico de todo lo aprendido hasta entonces. Aunque el britpop ya era un recuerdo lejano y muchos de sus compañeros de generación se disolvían, ellos supieron reinventarse como una banda de largo recorrido, siempre coherente consigo misma.
En 2010 anunciaron una gira de despedida que parecía poner punto final a su historia. Sin embargo, como ocurre con tantos grupos con un catálogo sólido y un público nostálgico, el regreso acabó produciéndose: en 2015 volvieron a los escenarios para celebrar los veinte años de su debut, y desde entonces han mantenido una actividad intermitente pero constante, combinando giras con reediciones y recopilatorios.
Los Bluetones nunca fueron tan mediáticos como otros grupos de su quinta, pero ahí reside parte de su encanto, sobrevivieron a los excesos del britpop gracias a un enfoque más atemporal, basado en la canción bien construida, las guitarras brillantes y la voz inconfundible de Mark Morriss. Con el paso del tiempo, su legado se ha revalorizado como ejemplo de una vía alternativa dentro de la escena noventera, menos histriónica pero igualmente decisiva en la memoria colectiva de aquella generación.
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