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En el universo grunge, donde Seattle fue el epicentro, Screaming Trees surgieron desde la vecina Ellensburg, Washington, como los primos psicodélicos y espiritualmente atormentados de aquella familia ruidosa. Fundados en 1985 por los hermanos Gary Lee Conner (guitarra) y Van Conner (bajo), junto con Mark Lanegan (voz) y Mark Pickerel (batería), fueron una de las bandas más originales y complejas del movimiento. Su sonido era un puente entre la psicodelia de los 60, el garage oscuro y el nuevo rock alternativo que bullía bajo tierra.
Desde el principio, Screaming Trees parecían fuera de su tiempo: tenían la agresividad de una banda punk, pero sus raíces estaban en el misticismo psicodélico y el blues americano. Mark Lanegan, con su voz ronca y cavernosa, era el corazón herido del grupo; un poeta maldito en el cuerpo de un leñador. Gary Lee, en cambio, aportaba el caos eléctrico, guitarras distorsionadas, rítmicas y alucinadas, más propias de The Doors o Love que de Nirvana.
Durante la segunda mitad de los ochenta, editaron varios discos en sellos independientes como Velvetone y SST Records, donde compartieron catálogo con Sonic Youth, Hüsker Dü y Dinosaur Jr. Eran demasiado psicodélicos para el punk, demasiado rudos para el indie, demasiado melódicos para el metal. Esa ambigüedad fue su fuerza y su maldición.
En 1990 dieron el salto a una discográfica grande, Epic Records, y la historia cambió. El grunge explotaba, y Screaming Trees parecían estar a punto de alcanzar el reconocimiento que durante años les había sido esquivo.
Su álbum Uncle Anesthesia (1991), producido por Terry Date y Chris Cornell, fue su carta de presentación al gran público. Un disco denso, hipnótico y oscuro. Cornell, amigo íntimo de Lanegan, ayudó a canalizar la energía del grupo sin suavizarla. Canciones como “Bed of Roses” y “Uncle Anesthesia” mostraban una banda capaz de ser brutal y hermosa al mismo tiempo.
Luego llegaría su obra maestra: Sweet Oblivion (1992), grabado en London Bridge Studios y lanzado también por Epic. Fue el sexto álbum del grupo, y el único en rozar el éxito masivo. Impulsado por el single “Nearly Lost You” (incluido en la banda sonora de Singles de 1992), el disco combinaba riffs adictivos, una voz desgarrada y un aire de redención espiritual. Para muchos, fue el gran álbum perdido del grunge, más melódico que Soundgarden y más poético que Pearl Jam.
Pero el éxito no trajo paz. Las tensiones internas, los problemas de drogas y el choque de egos entre los Conner y Lanegan convirtieron las giras en un campo de batalla. En 1996 lanzaron Dust, séptimo álbum y cierre involuntario de su carrera.
Poco después, la banda se disolvió sin ruido. Lanegan emprendió una carrera solista brillante, marcada por la oscuridad y la redención; Van Conner se dedicó a otros proyectos hasta su fallecimiento en 2023 y Gary Lee Conner continuó componiendo, manteniendo viva la llama de los Trees.
Screaming Trees nunca tuvieron el reconocimiento comercial de Nirvana o Pearl Jam, pero su legado es profundo. Fueron los guardianes de un grunge que no nació del ruido, sino de la psicodelia y el desarraigo. Sus discos respiran como los bosques de su estado natal: vastos, oscuros, llenos de belleza y melancolía.
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