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On Standby
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 Chasing Rainbows |  Kissing California |  Going for Gold |
 Better Days |  F: K: H |  Disco Down |
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Artist BiographyAvailable in:

Shed Seven siempre fueron un caso peculiar dentro del gran escaparate del britpop. Mientras muchos de sus contemporáneos se construían a golpe de referencias arty o se perdían en la sofisticación londinense, ellos venían de York, una ciudad con más murallas medievales que salas de conciertos, y con una mentalidad menos dispuesta a jugar al elitismo. Quizá por eso se convirtieron en una banda con un pie en lo clásico (esas guitarras que parecían beber de The Smiths o de The Who) y otro en la inmediatez del pop que buscaba el gran público a mediados de los noventa.
La formación original se armó en 1990 con Rick Witter al frente como vocalista carismático, Paul Banks a la guitarra principal, Tom Gladwin al bajo y Joe Johnson en la guitarra rítmica y teclados. Un año después llegaría Alan Leach a la batería, sustituyendo a su hermano John, y con él se cerró el núcleo más reconocible. La primera gran sacudida interna vino en 1993, justo cuando firmaban con Polydor: Joe Johnson se fue y entró Paul Banks como guitarrista principal, imprimiendo un sonido más directo y musculoso. Más adelante, cuando Banks dejó la banda en 1999, el círculo se cerró con el regreso de Joe Johnson y la entrada del multiinstrumentista Fraser Smith, lo que dio a Shed Seven una segunda vida más enfocada en los arreglos de teclados y saxos.
Lo que siempre distinguió al grupo no fue tanto reinventar la rueda como convertir lo cotidiano en himno. Witter cantaba como si cada verso fuera un gesto exagerado de pub, con las manos extendidas y un guiño al público. Sus seguidores lo adoraban por esa cercanía, por esa falta de pretensión que los hacía menos “cool” que Blur pero mucho más tangibles que Oasis en su pomposidad. Shed Seven eran, en cierto modo, la banda de los chavales de provincias que miraban con desconfianza a Camden.
Nunca fueron “los más grandes” de su generación, pero su discografía está llena de sencillos que engancharon a la audiencia británica: "Dolphin", "Speakeasy", "Disco Down" o "Going For Gold". Sus directos tenían fama de fiesta colectiva, con la voz de Witter siempre un poco rasgada pero empapada de energía. A pesar de no alcanzar la universalidad de otros grupos del britpop, sobrevivieron mejor que muchos y cuando parecía que se habían apagado tras su separación en 2003, regresaron en 2007 con una gira de reunión que arrasó en entradas y demostró que su público no los había olvidado.
La historia de Shed Seven es la de unos outsiders que nunca lo parecieron, una banda que entendió el britpop como un espacio para conectar más que para competir. Y quizá por eso hoy su nombre se recuerda con afecto, como el de quienes supieron ponerle melodía a la vida diaria de una generación.
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