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Music Video Links Blister in the Sun |  Breakin' Up |  I'm Nothing |
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Violent Femmes son el tipo de banda que parece haber salido de una novela adolescente escrita en un cuaderno manchado de café y rabia. Nacidos en Milwaukee a comienzos de los ochenta, mezclaron punk acústico, folk dislocado y neurosis suburbana hasta crear algo completamente nuevo: canciones que suenan como si un grupo de chicos de iglesia hubiese descubierto el deseo, la ironía y los nervios al mismo tiempo.
Todo empezó cuando Gordon Gano, un estudiante flacucho y de verbo inquieto, escribía canciones sobre frustración adolescente con la precisión de un poeta beat con acné. Conoció al bajista Brian Ritchie, un tipo más mayor, de espíritu bohemio y formación jazzística, y al batería Victor DeLorenzo, un percusionista minimalista que tocaba con un “snare” y un “trunk” en lugar de una batería completa. La leyenda cuenta que fueron descubiertos tocando en la calle frente a un concierto de The Pretenders; Chrissie Hynde, fascinada por su mezcla de ingenuidad y veneno, los invitó a abrir su show esa misma noche. Así comenzó una carrera improbable.
Su debut, Violent Femmes (1983), fue una epifanía instantánea, punk acústico con corazón folk y letras que parecían confesiones privadas gritadas en una cabina telefónica. Canciones como Blister in the Sun, Add It Up y Gone Daddy Gone se convirtieron en himnos generacionales sin sonar nunca en la radio comercial. El disco vendió millones… lentamente. Fue un éxito subterráneo, alimentado por universitarios, punks y románticos disfuncionales.
Le siguió Hallowed Ground (1984), donde Gano reveló su fe cristiana a través de un prisma oscuro y retorcido. Era gospel demente, country posesivo, exorcismo con mandolina. Muchos fans del debut lo odiaron, otros lo veneraron como una rareza genuina. De ahí en adelante, la banda vivió en la frontera entre lo sagrado y lo ridículo, sin preocuparse por complacer a nadie.
Durante los ochenta y noventa, los Femmes fueron una paradoja viva, demasiado acústicos para ser punk, demasiado punks para ser folk. Su disco The Blind Leading the Naked (1986) coqueteó con la producción pop; Why Do Birds Sing? (1991) devolvió el filo con canciones más melódicas pero igual de corrosivas; y American Music se convirtió en su último gran himno antes del colapso interno.
Las tensiones entre Gano y Ritchie fueron legendarias: el primero, devoto y obstinado, el segundo, hedonista y sarcástico. Se separaron, volvieron, se demandaron, y volvieron otra vez. Aun así, el mito sobrevivió, Violent Femmes siguió girando, con o sin amor propio, alimentando un culto intergeneracional. Su regreso con We Can Do Anything (2016) y Hotel Last Resort (2019) mostró a una banda envejecida pero no domesticada, aún capaz de mezclar sátira, espiritualidad y angustia existencial con una sonrisa torcida.
Violent Femmes son, en esencia, la voz interior de la adolescencia perpetua, demasiado cínicos para creer, demasiado sensibles para rendirse. No escribieron canciones para sonar bien; las escribieron para sobrevivir. Y por eso, cuarenta años después, todavía suenan como si alguien estuviera golpeando una guitarra barata contra el mundo y esperando que éste por fin escuche.
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