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Artist Biography

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Weezer nació en 1992 en Los Ángeles, en un punto de colisión entre la autoconciencia noventera y el instinto melódico del power pop clásico. Cuatro tipos de aspecto desgarbado, Rivers Cuomo, Patrick Wilson, Matt Sharp y Jason Cropper, que parecían cualquier cosa menos estrellas de rock, se convirtieron en una paradoja ambulante, una banda geek que tocaba con la intensidad emocional del punk y escribía canciones que sonaban como si Brian Wilson hubiera pasado por la distorsión de Nirvana.
Su debut homónimo de 1994, conocido como The Blue Album, los catapultó sin pretenderlo. Canciones como Buddy Holly, Say It Ain’t So y Undone (The Sweater Song) transformaron la torpeza emocional en un nuevo tipo de carisma. Con Ric Ocasek (The Cars) en la producción y Geffen Records como sello, el disco fue un fenómeno que nadie supo explicar del todo: un grupo de nerds con riffs de estadio. La crítica los adoró y el público los convirtió en símbolo de una generación demasiado lista para el grunge, pero demasiado triste para el britpop.
Después vino Pinkerton (1996), el disco que casi los destruye y luego los convirtió en leyenda, en su momento fue un desastre comercial y un fracaso crítico: se les acusó de autocompasivos, de extraños, de haber perdido el rumbo. Pero el tiempo, ese viejo justiciero, lo elevó a clásico absoluto: la radiografía más honesta del aislamiento moderno.
Tras una pausa larga y silenciosa, Cuomo reapareció en 2001 con un nuevo Weezer (el Green Album), con un sonido más limpio y pop. El disco devolvió a la banda al mapa, pero ya no como inadaptados, sino como arquitectos de himnos radiales. A partir de ahí, Weezer se convirtió en una especie de laboratorio emocional donde Cuomo analizaba, a veces con lucidez, a veces con puro desconcierto, lo que significaba ser un adulto que todavía se siente como un adolescente confundido.
En las décadas siguientes, la banda transitó entre la ironía y la sinceridad como quien cambia de camisa. Discos como Maladroit, Make Believe, Raditude, Everything Will Be Alright in the End y OK Human alternaron momentos de brillantez con otros de desconcierto, pero todos mostraban una misma obsesión: cómo hacer pop desde el desencanto sin caer en el cinismo. La crítica aprendió a dejar de exigirles coherencia y a disfrutar su rareza metódica. El público, dividido entre la nostalgia y el culto, nunca los abandonó del todo.
Weezer se convirtió en algo más que una banda, en un espejo deformante de la cultura pop moderna. Capaces de versionar Africa de Toto con total seriedad o de lanzar cuatro álbumes temáticos en un solo año, parecen moverse en un limbo donde el absurdo y la genialidad coexisten con naturalidad.
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