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Death to False Metal (2010) fue lanzado también bajo Geffen Records, y puede entenderse como el “disco perdido” de Weezer: una recopilación de canciones inéditas grabadas entre 1993 y 2008, remezcladas y cohesionadas como un álbum formal.
Fue producido por Rivers Cuomo junto a Jacknife Lee y Shawn Everett, y se grabó —en sus distintas etapas— en estudios como The Boat (Los Ángeles) y Sear Sound (Nueva York). El título, una broma metalera típica del humor de Cuomo, alude a la pureza del espíritu del rock frente a la impostura. Musicalmente, el álbum ofrece un retrato transversal de la evolución de la banda: desde el power pop sucio de sus inicios hasta los experimentos más limpios y radiales de los años 2000.
La recepción crítica fue moderada pero respetuosa: muchos lo vieron como un documento interesante para los fans acérrimos, más que como un álbum esencial. El público lo acogió con calidez nostálgica, celebrando el regreso a las guitarras potentes y la ligereza melódica que habían definido los mejores momentos de la banda.
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